martes, 2 de junio de 2009

Buscadores de amor

Esa es, quizás, nuestra raíz y nuestra esencia, nuestra más profunda fuerza, lo que a veces nos rompe, pero otras nos sube al cielo. Podemos amar y ser amados. Vivimos anhelando encuentro, caricia, palabra de comprensión y reconocimiento.Decimos de Dios, del que somos imagen, que es amor. Y cuando miramos alrededor y vemos a los otros, soñamos con vivir desde la cordialidad de unos brazos que se estrechan, unos ojos que se comprenden o unas manos que se enlazan.

1. Un amor con muchos nombres

“Como el Padre me amó, yo os he amado a vosotros. Permaneced en mi amor” (Jn 15,9)

El amor tiene muchos nombres, muchos rostros, muchas formas. Tiene innumerables historias. Es amistad, fe, pasión, enamoramiento; es fraterno, filial, paterno; es compasión por las vidas heridas o anhelo por lo que está por vivir.Es encuentro, quietud o tormenta. Es aceptación incondicional, y al tiempo fe en las posibilidades del otro.Amor es saber darnos. Y también saber pedir ayuda a aquellos en quienes confiamos. Es disfrutar de la presencia y echar de menos en la distancia. Es celebrar juntos la vida y llorar juntos los golpes. A veces es sed, y otras manantial que sacia los anhelos.Es señal de que estamos vivos, y hay ocasiones en que la vida es canto, y otras en que es añoranza.

Repasa tu historia de amor.¿Qué nombres son importantes en tu vida?

2. Un amor que se construye

“En mi lecho he buscado al amor de mi alma. Busquele y no le hallé. Me levantaré, pues, y recorreré la ciudad. Por las calles y plazas buscaré al amor de mi alma” (Ct 3, 1-2)

A veces lo mitificamos un poco. Mitificamos el amor como algo que, sorpresivamente, llega, como caído del cielo. En realidad no podemos exigirlo ni forzarlo. No podemos comprarlo ni obligar a nadie a correspondernos. Lo único que está a nuestro alcance es amar (y, quizás, en el camino, hacernos amables). A nuestro alcance está abrir las puertas e invitar a los otros a entrar en nuestra vida. Salir a los caminos para estar asequibles a otras vidas –y no aislados en murallas que nos hacen inasequibles. Lo que está en nuestra mano es construir, con nuestras obras, nuestra palabra y nuestra vida, espacios donde los otros puedan sentirse en casa.

¿De qué manera haces el mundo un poco más amable?¿Qué pasos das para convertir el mundo en casa?

lunes, 1 de junio de 2009

Tres Rostros del Espíritu

Envueltos en el eco de Pentecostés, nos preguntamos qué es el Espíritu, dónde está, qué se siente cuando llega. Tratamos de describir qué es, cómo actúa, qué resortes despierta en nosotros. Pero no es fácil. ¿Energía o presencia? ¿Aliento o persona? ¿Fuerza o propuesta? Siempre utilizaremos imágenes para describirlo. Y siempre nos quedaremos como a medio camino…

1. FUEGO

“Vino del cielo un ruido, como de viento huracanado, que llenó toda la casa donde se alojaban. Aparecieron lenguas como de fuego, repartidas y posadas sobre cada uno de ellos. Se llenaron todos del Espíritu Santo…” (Hch 2, 2-4)

El fuego que quema, que destruye, que calienta –y a veces hasta abrasa. El fuego que baila de tal forma que te quedas obnubilado, mirando su furia naranja. Es una buena imagen de lo que puedes hacer en nosotros. Quemar, incendiar, calentar… Poner pasión a veces, energía indomable otras, acaso hasta furia... Sí. Tu espíritu a veces es así. Nos llena de ilusión, de energía, de ganas, de planes… Y entonces parece que nada se puede interponer entre nosotros y tus proyectos.

¿Cuándo es o ha sido Dios esa presencia incendiaria en mi vida? ¿Qué me apasiona hoy en día?

2. SABIDURÍA

“La Sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven sin dificultad los que la aman, y los que van buscándola, la encuentran” (Sab 6,12)

Es el tuyo un espíritu de sabiduría. No la de los títulos ni los créditos académicos. No la del licenciado o el doctor. No la del trívial o el saber enciclopédico. No la de la erudición ni la del altísimo coeficiente intelectual. ¿Cuál, entonces? La sabiduría que nos enseña a distinguir lo importante de lo accesorio. La que nos enseña a mirar a las personas y ver eso, personas, en toda su complejidad. La sabiduría que nos dispone a apostar, en la vida y cada día, por lo que verdaderamente merece la pena: el evangelio, el amor a imagen del tuyo, la justicia compasiva con los más débiles.

¿Qué me ha enseñado el evangelio? De alguna manera, ¿la fe me hace más lúcido? ¿En qué?

3. BRISA

“…se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva. Entonces se oyó una voz…” (1Re 19,12-13)

La calma, la paz, la tranquilidad… Esa que no sobra en estos tiempos tan acelerados. Cuando la vida se mueve deprisa. Cuando nos agobiamos por tantas cosas. Cuando uno tiende a vivir abrumado, encogido o preocupado por todo lo que no tiene, no encuentra, no consigue… Ahí llega tu espíritu, que es caricia y sosiego, que es como el temblor ligero que pone todo en su sitio. Que es luz tenue, pero suficiente para apartar las oscuridades que nos amenazan.

¿Cuándo es Dios, en mi vida, motivo de calma o serenidad?