miércoles, 8 de julio de 2009

En el Espejo de Dios

En verano recibimos muchos mensajes para mirarnos al espejo. A ver si estás guapo, bronceado, delgado, fibroso o curvilínea. Y la mayoría de las veces esa mirada conduce al desaliento. De algún modo, también Dios es como un espejo que hay que aprender a mirar, porque nos muestra lo mejor del ser humano. No es como el espejo de la pared, que solo me muestra lo externo, el rostro, el semblante, la expresión, el cuerpo… Si miro bien, en la mirada de Dios descubro quién soy.Pero no es fácil aprender a verme con Tu ternura.

1. Si me miro con mis ojos

“Se les abrieron los ojos a los dos, y descubrieron que estaban desnudos” (Gen 3,7)

Ya sé lo que veo. Lo de todos los días. Manías, deseos, motivos. Recuerdos, esperanzas. Complejos. Éxitos y fracasos. Vanidad. O autocrítica. Heridas. Ausencias. Buenos y malos momentos. Me pienso con las ideas de siempre. Conozco bien mis palabras. Sé cuáles son sinceras y cuáles no. Sé lo que me gusta de mí y lo que me enerva. En el mapa de mi vida destacan con fuerza unos nombres, y otro se me pasan desapercibidos… si me miro con mis ojos. Si me miro con mis ojos sigo girando, eternamente en torno a mí mismo. (Yo, me, mí, conmigo…)

- ¿En qué me veo “mal”?

2. Si me lograse ver con tus ojos

“Y creó Dios al ser humano a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gn 2, 27)

Vería, seguramente, algo distinto. Vería alguien muy amado. Vería posibilidades. Un proyecto. Una misión. Confiaría más. Disfrutaría con lo que es regalo (en lugar de temer perderlo). Celebraría los nombres de mi vida con más libertad. Disfrutaría de las cosas pequeñas sin complicarlo todo. Adquiriría perspectiva para ver también alrededor. Tendría menos miedo. Quizás también vería las sombras reales, como oportunidad y llamada. Así que, Señor, muéstramelo. ¿Qué ves cuando me miras?

¿Qué creo que diría Dios de mí? ¿Qué me invitaría a “ver” que normalmente se me pasa desapercibido?


3. Y si viese a los otros con tus ojos...


“Y vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno” (Gen 2, 31)

… Probablemente también la vida sería mucho más honda, más plena. Aprendería a mirar con tu ternura a los otros –quizás incluso a quienes me resultan difíciles en el trato. Vibraría con las heridas de quienes se sienten abatidos. Me dolería la angustia del hambriento. Celebraría más las fiestas ajenas. Intuiría el caudal de vida que corre por debajo de cada ser humano. Creería de veras en la gente. Descubriría lo amable en cada persona, que en todos hay algo amable. Encontraría motivos para tender la mano antes que para levantar muros.


¿Cómo ve Dios el mundo que me rodea? ¿Cómo ve a mi familia, mis amigos? ¿Cómo ve los conflictos, problemas, tragedias, noticias, historias en torno?

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