sábado, 29 de agosto de 2009

Dios Misterioso

¿Quién eres? ¿Cómo eres? ¿Dónde estás? ¿Qué quieres de mí? ¿Hablas? ¿Callas? Podría hacer preguntas y más preguntas, y cada respuesta me parecería pobre, incompleta, insuficiente… A veces pienso que podías habérnoslo puesto un poco más fácil, podías hablar de modo más claro, hacerte presente sin dar espacio a la duda, o revelarte con claridad, por aquello de que definitivamente entendiésemos el evangelio. Sí, claro, decimos desde la fe que al final lo entenderemos todo, te veremos cara a cara, y todo eso. Pero, como decía Don Quijote a Sancho; “largo me lo fiáis…” Hay ocasiones en que me enerva tanto Misterio…


1. Nunca te conozco del todo...

Mi corazón te dice: “Yo busco tu rostro, Señor, no me ocultes tu rostro.” (Sal 27,8)

Esta es la primera lección importante. No recuerdo cuándo la aprendí, pero alguna vez me di cuenta de que el Dios al que rezaba de pequeño no bastaba. Y tampoco bastaban las respuestas un poco temerarias del adolescente que creía saberlo todo. Alguna vez te das cuenta de cuánto ignoras acerca de Dios. Entonces toca empezar a preguntar de qué va eso del amor. Y la cruz. Y lo de ser hermanos. Y lo de dar la vida. Y por cada respuesta que uno intuye brotan mil nuevas cuestiones. Entonces te preguntas por qué hay mal (y descubres que se lo ha preguntado tanta gente a lo largo de los siglos). O intentas entender eso del perdón, y de las bienaventuranzas… Pero es todo tan distinto a lo que vivo a diario. Tan distinto a lo que veo en torno, que me cuesta entenderte, Dios.
¿Qué conozco de Dios? ¿En qué dudo? ¿Qué siento? ¿Qué intuyo? ¿Qué me inquieta? ¿Soy capaz de buscar respuestas o lo de la fe lo vivo con inercia?


2. Y encima me descolocas...

“¿Por qué, Señor, te quedas lejos, y te me escondes en los momentos de peligro?” (Sal 10,1)

Cuando creo tenerte bien controlado. Cuando creo que ya sé de qué va tu evangelio. Cuando siento que mi vida, más o menos, va encontrando su lugar. Y algo ocurre y de nuevo me doy cuenta de que he entendido muy poco, he respondido muy poco y necesito seguir buscando. Cuando quiero llevar las riendas tú me las quitas. Cuando quiero dejarme llevar, me urges a dar pasos. A veces rezo y no estás por ninguna parte, y otras, cuando ni te estaba buscando, apareces. ¿Juegas conmigo o es que toca aceptar que desbordas un poco? Y, sin embargo, prefiero seguir buscándote que ignorarte. Prefiero que estés en mi vida, aunque sea de esta manera, a convertirte en una imagen hueca. Prefiero tu amor difícil que una presencia vacía. Pero hazte un poco fuerte en mi vida…
¿Qué es lo que más me cuesta aceptar de Dios? ¿Qué es lo que más me descoloca de vivir la fe?

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viernes, 28 de agosto de 2009

No somos dioses

¿Alguna vez soñaste con volar?
O con viajar a la velocidad de la luz.
¿Alguna vez imaginaste qué pasaría si pudieses congelar el tiempo,
y moverte a tus anchas en un mundo petrificado?
¿Alguna vez te preguntas qué harías distinto si pudieses dar marcha atrás
y empezar muchas cosas de nuevo?
Qué palabras cambiarías,
qué gestos evitarías,
qué intentos cambiarían tu vida.
Quizás alguna vez soñaste con hacer milagros, tomar otros rumbos, amar mejor, aprender otras cosas, aprovechar otras oportunidades… Pero la verdad es que tu vida es la que es. Sólo una. Y esa es su grandeza.

1. El sueño inútil.
“Entonces se dijeron el uno al otro: “Vamos a edificarnos una ciudad y una torre que llegue hasta el cielo” (Gen 11,4)
El sueño inútil es querer tenerlo todo. Como Eva y Adán, como aquellos insensatos de Babel… El espejismo de la omnipotencia nos ha acompañado siempre. Alcanzar las estrellas, descifrar los secretos del universo, comprender el corazón humano, acertar siempre…
Pero no somos así. Somos sólo fragmentos en un todo abigarrado. Tú solo no vas a cambiar el mundo, ni a vencer al mal, ni a parar las guerras, ni a curar al universo. Tú tienes que aspirar a ser lo mejor posible, no lo mejor imposible. Puedes aspirar a mucho, pero no a todo. Debes luchar por alcanzar muchas metas, no conformarte con la mediocridad, y, sin embargo, abrazar la parte de renuncia y límite en ese camino. A veces se llamará enfermedad, otras fracaso, otras tristeza… En ocasiones lo vivirás como rechazo, otras como apatía. Tal vez en ti los límites estén en tu mal genio o tu orgullo, en tu flaqueza o en tu falta de detalles. No quieras cambiar lo que no puede cambiar. Pero, tal y como eres, vive el evangelio con todo tu corazón. Procura no hacer daño ni dejar víctimas a tus pies.
¿En qué te sientes limitado? ¿Dónde descubres tu flaqueza y tu pequeñez?
¿En qué medida sientes que tu vida es plena?
Pídele a Dios que te ayude a vivir con plenitud desde la limitación.


2. Un poquito de insatisfacción.
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt 16,24)
¿Lo tienes todo? Pues ya estás muerto. Siempre queda algo por lo que luchar. Siempre hay alguna página que escribir, algún objetivo que alcanzar, un amor por conquistar, una herida que sanar. Siempre, incluso en la hora tranquila, está en el horizonte la vuelta a la brega, y cuando se alcanzan metas aparecen en el horizonte nuevos caminos que han de ser recorridos.
¿Estás ya tranquilo, contento, sosegado, en paz y nada va a cambiar? Pues algo falla. Porque siempre se puede aspirar a más. En el trabajo y en el cariño, en los proyectos y en el propio lugar en el mundo. No tengas miedo de añorar; teme más bien conformarte.
¿Cuáles son tus búsquedas hoy?
Háblale a Dios de ellas, y piensa en si merecen la pena.


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miércoles, 8 de julio de 2009

En el Espejo de Dios

En verano recibimos muchos mensajes para mirarnos al espejo. A ver si estás guapo, bronceado, delgado, fibroso o curvilínea. Y la mayoría de las veces esa mirada conduce al desaliento. De algún modo, también Dios es como un espejo que hay que aprender a mirar, porque nos muestra lo mejor del ser humano. No es como el espejo de la pared, que solo me muestra lo externo, el rostro, el semblante, la expresión, el cuerpo… Si miro bien, en la mirada de Dios descubro quién soy.Pero no es fácil aprender a verme con Tu ternura.

1. Si me miro con mis ojos

“Se les abrieron los ojos a los dos, y descubrieron que estaban desnudos” (Gen 3,7)

Ya sé lo que veo. Lo de todos los días. Manías, deseos, motivos. Recuerdos, esperanzas. Complejos. Éxitos y fracasos. Vanidad. O autocrítica. Heridas. Ausencias. Buenos y malos momentos. Me pienso con las ideas de siempre. Conozco bien mis palabras. Sé cuáles son sinceras y cuáles no. Sé lo que me gusta de mí y lo que me enerva. En el mapa de mi vida destacan con fuerza unos nombres, y otro se me pasan desapercibidos… si me miro con mis ojos. Si me miro con mis ojos sigo girando, eternamente en torno a mí mismo. (Yo, me, mí, conmigo…)

- ¿En qué me veo “mal”?

2. Si me lograse ver con tus ojos

“Y creó Dios al ser humano a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gn 2, 27)

Vería, seguramente, algo distinto. Vería alguien muy amado. Vería posibilidades. Un proyecto. Una misión. Confiaría más. Disfrutaría con lo que es regalo (en lugar de temer perderlo). Celebraría los nombres de mi vida con más libertad. Disfrutaría de las cosas pequeñas sin complicarlo todo. Adquiriría perspectiva para ver también alrededor. Tendría menos miedo. Quizás también vería las sombras reales, como oportunidad y llamada. Así que, Señor, muéstramelo. ¿Qué ves cuando me miras?

¿Qué creo que diría Dios de mí? ¿Qué me invitaría a “ver” que normalmente se me pasa desapercibido?


3. Y si viese a los otros con tus ojos...


“Y vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno” (Gen 2, 31)

… Probablemente también la vida sería mucho más honda, más plena. Aprendería a mirar con tu ternura a los otros –quizás incluso a quienes me resultan difíciles en el trato. Vibraría con las heridas de quienes se sienten abatidos. Me dolería la angustia del hambriento. Celebraría más las fiestas ajenas. Intuiría el caudal de vida que corre por debajo de cada ser humano. Creería de veras en la gente. Descubriría lo amable en cada persona, que en todos hay algo amable. Encontraría motivos para tender la mano antes que para levantar muros.


¿Cómo ve Dios el mundo que me rodea? ¿Cómo ve a mi familia, mis amigos? ¿Cómo ve los conflictos, problemas, tragedias, noticias, historias en torno?

martes, 7 de julio de 2009

SED DEL ALMA

TEXTO BIBLICO PARA LEER:
Salmo 42:1-6 Como el ciervo anhela las corrientes de agua, asi suspira por ti, oh Dio, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente; ¿cuándo vendré y me presentaré delante de Dios? Mis lágrimas han sido mi alimento de día y de noche, mientras me dicen todo el día: ¿Donde está tu Dios? Me acuerdo de estas cosas y derramo mi alma dentro de mí; de cómo iba yo con la multitud y la guiaba hasta la casa de Dios, con voz de alegría y de acción de gracias, con la muchedumbre en fistas. ¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez por la salvación de su presencia. Dios mío, mi alma esta en mí deprimida; por eso me acuerdo de ti desde la tierra del Jordán, y desde las cumbres del Hermón, desde el monte Mizar.
REFLEXION
Por nuestro andar diario
Algunas veces trato mi vida espiritaul como si fuera mi automivil: espero largos períodos de tiempo antes de someterla a un diagnóstico. Aunque podemos hacer muchas preguntas para ayudarnos a determinar la salud de nuestra vida, hay una que es vital para la salud y crecimiento: ¿tiene mi alma más o menos sed del Dios vivo?
El puritano inglés Jonathan Edwards dijo: "A menudo la Biblia menciona el deseo santo, ejercitado por medio del anhelo, del hambre y la sed de Dios, y de la santidad como parte importante de la verdadera religión".
Yo creo que el salmista expresó este deseo mejor que nadie. El cuadro que David usó en este canto (Salmo 42) es el de un intenso deseo y anhelo. ¿Describe su oración tu sed de Dios? Si es así, ten ánimo, por cuanto sea lo que sea que esté sucediendo en tu vida, la sed de tu alma es señal de salud y crecimiento. Si no es así, ¿podría ser el momento de someter tu alma a un diagnóstico espiritual?
Edwards sostuvo que esta ansia y deseo era una sed de Dios, un anhelo que puede ser satisfecho a fondo y de manera definitiva sólo a través del gozo del Señor mismo cra a cara en el cielo: ¡Qué bueno es Dios!, que ha creado al hombre para este mismo fin, hacerlo feliz en el gozo de Sí mismo, el Todopoderoso."
Nuestro problema es que algunas veces ni siquiera deseamos desear a Dios. Entonces se sec nuestra alma. ¿POr que es esto? Creo que es porque elegimos tomar demasiado de las fuentes del mundo qeu no satisfacen, y muy poco de las fuentes vivas de Cristo.
¿Cómo aprendemos a tener aún más sed de Dios? Una de las maneras en que creamos la sed de Él es deteniéndonos por un largo tiempo en la Biblia. Cuando saturo mi corazón de las EScrituras, Dios, a través del Espíritu Santo, inicia un deso hacia Él. La Biblia llama a esto meditación. Esta disciplina espiritual, a menudo pasada por alto, refresca nuesro corazón con la fidelidad de Dios y crea en nuestra alma una sed del Dios vivo.
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Realiza tus comentarios... Dios te bendiga, y sigue creciendo en comunión con El...

martes, 2 de junio de 2009

Buscadores de amor

Esa es, quizás, nuestra raíz y nuestra esencia, nuestra más profunda fuerza, lo que a veces nos rompe, pero otras nos sube al cielo. Podemos amar y ser amados. Vivimos anhelando encuentro, caricia, palabra de comprensión y reconocimiento.Decimos de Dios, del que somos imagen, que es amor. Y cuando miramos alrededor y vemos a los otros, soñamos con vivir desde la cordialidad de unos brazos que se estrechan, unos ojos que se comprenden o unas manos que se enlazan.

1. Un amor con muchos nombres

“Como el Padre me amó, yo os he amado a vosotros. Permaneced en mi amor” (Jn 15,9)

El amor tiene muchos nombres, muchos rostros, muchas formas. Tiene innumerables historias. Es amistad, fe, pasión, enamoramiento; es fraterno, filial, paterno; es compasión por las vidas heridas o anhelo por lo que está por vivir.Es encuentro, quietud o tormenta. Es aceptación incondicional, y al tiempo fe en las posibilidades del otro.Amor es saber darnos. Y también saber pedir ayuda a aquellos en quienes confiamos. Es disfrutar de la presencia y echar de menos en la distancia. Es celebrar juntos la vida y llorar juntos los golpes. A veces es sed, y otras manantial que sacia los anhelos.Es señal de que estamos vivos, y hay ocasiones en que la vida es canto, y otras en que es añoranza.

Repasa tu historia de amor.¿Qué nombres son importantes en tu vida?

2. Un amor que se construye

“En mi lecho he buscado al amor de mi alma. Busquele y no le hallé. Me levantaré, pues, y recorreré la ciudad. Por las calles y plazas buscaré al amor de mi alma” (Ct 3, 1-2)

A veces lo mitificamos un poco. Mitificamos el amor como algo que, sorpresivamente, llega, como caído del cielo. En realidad no podemos exigirlo ni forzarlo. No podemos comprarlo ni obligar a nadie a correspondernos. Lo único que está a nuestro alcance es amar (y, quizás, en el camino, hacernos amables). A nuestro alcance está abrir las puertas e invitar a los otros a entrar en nuestra vida. Salir a los caminos para estar asequibles a otras vidas –y no aislados en murallas que nos hacen inasequibles. Lo que está en nuestra mano es construir, con nuestras obras, nuestra palabra y nuestra vida, espacios donde los otros puedan sentirse en casa.

¿De qué manera haces el mundo un poco más amable?¿Qué pasos das para convertir el mundo en casa?

lunes, 1 de junio de 2009

Tres Rostros del Espíritu

Envueltos en el eco de Pentecostés, nos preguntamos qué es el Espíritu, dónde está, qué se siente cuando llega. Tratamos de describir qué es, cómo actúa, qué resortes despierta en nosotros. Pero no es fácil. ¿Energía o presencia? ¿Aliento o persona? ¿Fuerza o propuesta? Siempre utilizaremos imágenes para describirlo. Y siempre nos quedaremos como a medio camino…

1. FUEGO

“Vino del cielo un ruido, como de viento huracanado, que llenó toda la casa donde se alojaban. Aparecieron lenguas como de fuego, repartidas y posadas sobre cada uno de ellos. Se llenaron todos del Espíritu Santo…” (Hch 2, 2-4)

El fuego que quema, que destruye, que calienta –y a veces hasta abrasa. El fuego que baila de tal forma que te quedas obnubilado, mirando su furia naranja. Es una buena imagen de lo que puedes hacer en nosotros. Quemar, incendiar, calentar… Poner pasión a veces, energía indomable otras, acaso hasta furia... Sí. Tu espíritu a veces es así. Nos llena de ilusión, de energía, de ganas, de planes… Y entonces parece que nada se puede interponer entre nosotros y tus proyectos.

¿Cuándo es o ha sido Dios esa presencia incendiaria en mi vida? ¿Qué me apasiona hoy en día?

2. SABIDURÍA

“La Sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven sin dificultad los que la aman, y los que van buscándola, la encuentran” (Sab 6,12)

Es el tuyo un espíritu de sabiduría. No la de los títulos ni los créditos académicos. No la del licenciado o el doctor. No la del trívial o el saber enciclopédico. No la de la erudición ni la del altísimo coeficiente intelectual. ¿Cuál, entonces? La sabiduría que nos enseña a distinguir lo importante de lo accesorio. La que nos enseña a mirar a las personas y ver eso, personas, en toda su complejidad. La sabiduría que nos dispone a apostar, en la vida y cada día, por lo que verdaderamente merece la pena: el evangelio, el amor a imagen del tuyo, la justicia compasiva con los más débiles.

¿Qué me ha enseñado el evangelio? De alguna manera, ¿la fe me hace más lúcido? ¿En qué?

3. BRISA

“…se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva. Entonces se oyó una voz…” (1Re 19,12-13)

La calma, la paz, la tranquilidad… Esa que no sobra en estos tiempos tan acelerados. Cuando la vida se mueve deprisa. Cuando nos agobiamos por tantas cosas. Cuando uno tiende a vivir abrumado, encogido o preocupado por todo lo que no tiene, no encuentra, no consigue… Ahí llega tu espíritu, que es caricia y sosiego, que es como el temblor ligero que pone todo en su sitio. Que es luz tenue, pero suficiente para apartar las oscuridades que nos amenazan.

¿Cuándo es Dios, en mi vida, motivo de calma o serenidad?

sábado, 23 de mayo de 2009

Agradecimiento

En estos días he dado en estudios para jóvenes en diferentes lugares la ilustración de Jesús de los dos deudores.
La historia cuenta que Jesús esta comiendo en casa de un fariseo cuando llego una mujer de mala fama. Esta mujer se postro a los pies de Jesús, lloro en sus pies, los seco con su cabello, besos sus pies y por ultimo hecho perfume sobre él.
El fariseo critico esta acción desprestigiando a Jesús y obviamente a la mujer por lo que estaba haciendo y a Jesús por aceptar lo que ella estaba haciendo.
Jesus entonces le cuenta que habían dos deudores, uno debía una gran cantidad y otra una pequeña. Al que le debían hizo el acto de perdonarles la deuda de los dos. Jesus le pregunta al fariseo que quien creía el que iba a estar muy agradecido, y el contesto: "el de la deuda mas grande".
Con esto me detengo en la reflexión. Porque mi corazón hasta este momento no soporta mas y necesito analizar en mi vida estos aspectos de ser agradecido con Dios, porque no cabe duda, yo soy el deudor que debía una gran cantidad de dinero. Mi corazón sé que debe ser como el de esa mujer que se acerco a Jesús que no le importo lo que hizo, sino que simplemente estaba agradecida.
¿Y cómo he sido? Como el deudor que siente que la deuda que se le perdono es muy pequeña, o como el fariseo engreído que se creía mas que esa mujer, y que no fue digno de tratar a Jesús mas que como un simple invitado.
Realmente yo no quiero vivir una vida como si yo le hiciera un favor a Dios. Realmente quiero disfrutar cada aspecto de cada culto porque estoy agradecido. Realmente quiero dar todo mi tiempo, hablidades y recursos que tenga en servicio a Dios porque estoy agradecido. Realmente quiero escoger obedecer su palabra porque estoy agradecido con El.
La deuda que Dios me ha quitado es mucho. Y quiero siempre vivir así. Agradecido!!!!
¿Y tu como has sido?